Desde siempre hemos oído esta frase que anteponía la necesidad de salvación de mujeres y niños antes que la de los hombres. Ellos eran los fuertes y nosotras, con los más pequeños, los dos grupos más vulnerables y desprotegidos. Pero semejante consideración obedece, si se mira bien, a algo mucho más profundo… El hombre marca el territorio a seguir, las leyes, el sistema… Y esto desemboca, directamente, en la educación. Las mujeres, por mucho que se haya dicho que «ellas llevan los pantalones en casa», han sucumbido, sin saberlo, a una educación masculina determinada por patrones férreos del tipo «los niños no lloran, si lloras eres un marica, las niñas no juegan al futbol y los niños no pueden jugar con muñecas…», etc, etc, etc…

Las mujeres nos hemos quejado, y nos seguimos quejando, de esos hombres (muchos) que no expresan sus sentimientos, que se lo guardan todo, que se encierran en su cueva y no hay modo de entrar en ella, que, incluso en la intimidad, les cuesta conectarse al amor y les pierde lo genital (erecciones, orgasmos, eyaculaciones precoces, impotencias son temas obsesivo-masculinos) PERO ¿QUE HACEMOS LAS MUJERES POR UN CAMBIO EN LA EDUCACION DE LOS HOMBRES?

¿Por qué siendo las mujeres, madres, no enseñamos a los niños varones a desarrollar su parte femenina, a expresar sus sentimientos, a desarrollar su creatividad y sensibilidad sin miedo?

¿Por qué durante siglos ha habido tanto miedo a que el hombre mostrara lo que sentía?

Que mala interpretación del ser humano considerar que la fuerza es blindaje, negación y la sensibilidad debilidad.

Si las mujeres y los niños son primero, en esa sutil metáfora va encerrada una semilla para el cambio…

Así que… mujeres-madres, eduquemos a los niños en el amor, hablemos con ellos de sexo, acerquémosles al universo femenino porque nosotras somos la primera mujer que conocen al llegar al mundo y, mientras, que los hombres-padres les transmitan la parte educativa que les corresponde para equilibrar a esos hijos que necesitan desarrollar sus dos polaridades. Así, tal vez, algún día, el mito de la media naranja desaparezca y siendo una naranja completa, en su totalidad femenina-masculina, los hombres y las mujeres no se busquen para completarse sino para amarse.

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